Recuerdo aquella noche en el cine, con la sala casi vacía.
Yo era el espectador de la penúltima fila y tú pasabas por allí cuando nuestras
rodillas se rozaron. Apenas lo notaste, pero a mí se me puso dura. Quizás fue
un accidente, o una zancadilla deliberada. Jamás lo sabrás, porque ibas absorta
en tus palomitas hasta que las volcaste sobre mí y me bañaste en coca cola. Y
no dijimos nada; yo, con mi ropa empapada y la polla empalmada; tú, con la
mirada perdida en aquella pérdida. Y así, sin saber muy bien cómo, pasé a ser espectador en
primera fila de la peli porno que proyectabas entre mis piernas.
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