¿Recuerdas cuando empezó todo?
Solías escribir historias de amor, enredada entre las
sábanas, mientras yo dormía a tu lado, ajeno a tus ensoñaciones; ausente
voluntario de tu empalagoso mundo rosa. A veces me despertaba tu risa; otras,
el cosquilleo de la pluma sobre mi espalda, cuando agotabas todo el papel y no
te importaba embadurnarme de tinta y finales felices. Obviando esas
excepciones, rara vez coincidíamos.
Yo solía escribir historias de terror; de monstruos y
asesinatos macabros, de palabras lúgubres y finales funestos. Aprovechaba el
silencio de la noche, la escasa luz del portátil, la soledad… Mientras, la
almohada ocupaba entre tus brazos el lugar de mi ausencia.
Esas noches dormías inquieta; rodabas de un extremo a otro por
la cama, como si las pesadillas que volcaba sobre el teclado se derramasen
también sobre tus sueños.
Podría decirse que veíamos la realidad de maneras distintas
y, aunque hasta ahora el pasado avala tu visión rosa, yo, que he visto el mundo
desde las sombras, aún temo la llegada del monstruo que un día escribirá el
final trágico.
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