A Jack le gustaba morderles el cuello y beberse su sangre; salía cada noche en busca de una presa y siempre regresaba antes del amanecer, con su sed saciada y la ropa cubierta de salpicaduras.
Lo más espeluznante de todo aquello es que, al contrario que en la novela fantástica, Jack no era un vampiro.
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