jueves, 15 de marzo de 2012

Microrrelato 124



Sara era una escéptica: no creía en el amor. Ni siquiera cuando tropezó con él en una estación de autobuses, tampoco la noche que la llevó a cenar.

Sara no creía, pero Alex le hacía dudar. Así que huyó, bien lejos, hasta donde ni las dudas más insidiosas se atrevieron a seguirla, y luego aún más allá. Fue allí, en lo más remoto, lejos de toda duda, donde pudo entender la verdad.

Hace unos días Sara regresó, pero ya es tarde. Ahora él cena con otra mujer, y parecen felices. Ella ha vuelto a marcharse, con la angustia en los bolsillos y pedazos de alma rota rodando por sus mejillas. Dicen que anda por ahí, buscando una máquina del tiempo.





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