viernes, 9 de marzo de 2012

Microrrelato 111


Jaime volvió en sí poco después del golpe. Recordaba la negativa en la entrada de la discoteca, la discusión con el portero, el chiste sobre su inteligencia y los posibles lazos de consanguinidad de sus padres. 

Notaba el suelo en la oreja, y la sangre en los labios. Con el ojo que aún podía abrir vio como aquel gorila enajenado saltaba repetidamente sobre sus costillas. La visión lo horrorizó, y volvió a perder la consciencia. Esta vez para siempre.





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