La gente se vuelve confiada en navidad. Ven un Papá Noel y bajan la guardia. Es el tipo que reparte regalos a todos los niños del mundo –piensan–, no puede ser malo. Así que dejan que sus hijos se acerquen a él para echar en un gran saco su lista de peticiones, con nombre, apellidos y domicilio. Olvidan que cualquier psicópata puede ponerse un disfraz.
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